Una hora de azaroso viaje hacia Pico Blanco, comunidad rural del Plan Turquino villaclareño bastó para conocer una gran historia. Este lugar del macizo montañoso manicaragüense, desafía a las alturas, a la física, y a las creencias de que la vida en las montañas es imposible. Yanitsa Corent habla con su ejemplo de consagración, de que el aire que se respira en las alturas, fortalece el físico y el alma de los humanos.

Fotos: Ernesto Alejandro Álvarez Alonso / CMHW

Fotos: Ernesto Alejandro Álvarez Alonso / CMHW
Me monté en un camión en Jibacoa, municipio villaclareño de Manicaragua. A lo lejos solo veía montañas, elevaciones de cientos de metros que corresponden al Guamuhaya en el centro de Cuba. Mi destino no sería fácil: una hora de trayecto en empinados caminos pedregosos para llegar a Pico Blanco. Mientras más ascendía, más pensaba en las posibilidades de encontrarme con obras humanas que desafían la naturaleza y hasta las leyes de la física en tan adversa geografía.
Pico Blanco es una comunidad de apenas 200 habitantes, prácticamente escondida del resto de la civilización, y ya acceder a ella es todo un desafío. Entonces, ¿cómo se ha cuidado esta población rural de la COVID-19? ¿Cómo enfrentaron los embates de Laura? ¿Cómo garantizan la salud de los habitantes, si el policlínico más cercano está localizado a varios kilómetros de distancia y los caminos agrestes dificultan el tránsito de los servicios de urgencia médica?
Por suerte, conocí la obra del trabajo humano presente aún en los más inimaginables escenarios. Allí, el consultorio médico reforzado No. 12 presta servicio las 24 horas en Pico Blanco. Cuenta con un doctor, una enfermera, un estomatólogo y su asistente, además de una farmacia bien abastecida, una salita de observación, y recientemente incorporaron una sala para atender a los casos sospechosos de COVID-19, aunque la comunidad aún no reporta casos positivos.
Yanitsa Corent Palacio es enfermera de este centro médico, y no aparenta tener casi cuatro décadas de vida. Es ella quien hablaba al principio de esta entrevista, porque a su parecer, vivir sin las montañas, en la ciudad, sería sentirse atrapada y fuera de sí. Yanitsa primero nos cuenta cómo fue el trabajo en medio del paso de la tormenta tropical Laura por el territorio.
Yanitsa es madre de dos adolescentes. La mayor quiere ser doctora. En casi veinte años de trabajo, esta enfermera de Pico Blanco ha sido testigo de muchas anécdotas de supervivencia increíbles.
Una hora de azaroso viaje hacia esta comunidad rural del Plan Turquino villaclareño. Pico Blanco, en Manicaragua, desafía a las alturas, a la física, y a las creencias de que la vida en las montañas es imposible. Yanitsa Corent habla con su ejemplo de consagración, de que el aire que se respira en las alturas, fortalece el físico y el alma humanas.
Tomado de CMHW
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