Viaje en lancha por el único lago intramontano de Cuba en la lucha contra la COVID-19.
La lancha, en su recorrido por la lago Habananilla arriba a la casa del Guajiro, con los médicos que realizarán la pesquisa de la COVID-19. (Foto: Ramón Barreras Valdés)
Se trata de una travesía única en Cuba y, quizás, única en el mundo: dos médicos y una trabajadora social recorren las bellezas naturales del lago intramontano Hanabanilla en la lucha contra el peligroso nuevo coronavirus.
En el atracadero del poblado esperaba la lancha que conduce el patrón Omar Quintana Dorta, con 34 años de experiencia, y conocedor al dedillo de los 19 kilómetros del embalse entre montañas, único en el país y poseedor de un paisaje inigualable que ni la intensa sequía puede opacar.
Pesquisa activa de los doctores Rachelys Hernández Hernández, y Lisvany Aguilar Rubira. (Foto: Ramón Barreras Valdés)
El objetivo del viaje: constatar la realización de la pesquisa activa a un grupo de campesinos que viven en las riberas de la presa, tal como a diario se hace en cada rincón del país, aunque en este caso, en el inusual medio de transporte del barquito:
«Por la zona del Salto del Hanabanilla viven unas 80 personas, las que tenemos el deber de ir a visitar. Las tenemos identificadas por Comités de Defensa de la Revolución (CDR) y nos ocupamos de que no se quede nadie. Hoy vamos a la casa de dos familias: a la de Isidoro y a la de Pablo Veloz», explica a la prensa Lilian Lagoa Serrano, la trabajadora social.
Dos jóvenes galenos serán los encargados de la pesquisa: la Dra. Rachelys Hernández Hernández, quien acumula la experiencia de tres años de graduada, y el Dr. Lisvany Aguilar Rubira, recién egresado de la Universidad de Ciencias Médicas de Villa Clara. Los acompaña la doctora Enisley López Colina, funcionaria de Atención Primaria del sectorial municipal de Salud de Manicaragua.
Transcurridos unos 10 minutos en lancha, y tras avizorar de lejos al hotel Hanabanilla, arribamos a la casa de Isidoro García Dorta, conocida como la Casa del Guajiro, famosa por la exquisita comida criolla que en tiempos normales ofrece a los visitantes.
La vivienda está situada en la punta de una pequeña elevación, y allí nos recibe Isidoro, junto a su compañera Marta Rodríguez García; el hijo de ambos, Benito Rodríguez García, y la esposa de este último, Melisa García.
Lilian Lagoa la trabajadora social hace entrega de los medicamentos a Marta García. (Foto: Ramón Barreras Valdés)
De inmediato, los doctores realizan con profesionalidad la pesquisa activa a los cuatro miembros de la familia: ¿catarro?, ¿fiebre?, ¿tos? ¿alguna otra sintomatología respiratoria?, ¿contacto reciente con extranjeros?. Las respuestas negativas les indican que gozan de buena salud. No obstante, les hacen las recomendaciones de rigor, relacionadas con la importancia de no ocultar síntomas y mantener el necesario aislamiento social.
Luego Lilian, la trabajadora social, hizo entrega de los medicamentos que necesita la familia. Un servicio que les evita trasladarse largas distancias para adquirirlos.
Marta, la dueña de casa, hace hincapié en la dimensión humana del gesto: «Los médicos se preocupan por nosotros y son muy cariñosos. También la trabajadora social nos trae las medicinas y a los “asistenciados” les lleva el dinero a sus casas. Todo eso demuestra que la Revolución no deja a nadie desamparado».
En la despedida, junto a los aplausos, la recomendación de la familia, a través de la propia Marta: «A los médicos y a todo el personal de la Salud, que se cuiden y tomen todas las medidas de precaución».
Aplausos de despedida a los médicos. (Foto: Ramón Barreras Valdés)
Y dirigiéndose a los periodistas, visitantes de ocasión, dijo: «A la prensa, gracias por preocuparse y estar al tanto de los campesinos que vivimos en lugares tan apartados. Eso solo sucede en Cuba».
Luego, la lancha enrumbó hacia una casa bastante alejada del punto de partida, quizás a unos tres kilómetros del atracadero, situada en una falda aún más empinada del lomerío y con una vista preciosa de la presa. Se trata de la finca La Potencia. Allí vive Pablo Veloz Pimienta, anciano de 70 años, junto a su esposa Josefa Reyes Rodríguez.
Tras las preguntas de rigor y constatar que ambos se encuentran en perfecto estado de salud, los doctores hicieron énfasis en la importancia del aislamiento social: «Que no suba nadie a la casa de manera innecesaria. Ustedes acá tienen buenas condiciones de aislamiento y eso es lo mejor para evitar el coronavirus. Por suerte, no tenemos ningún caso positivo en la comunidad, así que protéjanse mucho».
Pablo Veloz y su esposa Josefa Reyes, fueron también pesquisados acerca de la peligrosa COVID-19. (Foto: Ramón Barreras Valdés)
A nombre de ambos, habló Josefa: «Cuídense mucho ustedes también. Les estamos muy agradecidos».
En la cortina de la presa con dos «ángeles» sabios
El recorrido por la presa Hanabanilla terminó al arribar a sus cortinas, ya en la zona de Jibacoa. Allí aguardaban las dos personas que mejor conocen el cristalino embalse de agua dulce: Ángel Narciso Rodríguez Quintana, el Papa, y su hijo de igual nombre, Ángel Rodríguez Massip, el Papillo.
La coincidencia hizo que este miércoles se cumplieran exactamente 70 años de que el Papa iniciara su vida laboral vinculada a la presa, pues comenzó a trabajar allí el 22 de abril de 1950, apenas cuando se hacían los primeros estudios del futuro embalse intramontano.
El Papa de la presa Hanabanilla cumplirá los 91 años de edad el próximo 31 de mayo, pero todavía sus ojos azules brillan emocionados cuando le preguntan algo relacionado con ella: «Para mí la presa es mi primer hijo. He trabajado acá toda mi vida, sin coger tan siquiera un día de vacaciones, y aquí me muero trabajando».
El Papa y su hijo el Papillo, los dos mejores conocedores de la presa Hanabanilla. (Foto: Ramón Barreras Valdés)
Hoy es Ángel hijo, el Papillo, quien se desempeña como administrador de la presa Hanabanilla. En breves palabras cuenta la historia del embalse, construido con capacidad para 286 millones de m3 de agua, con el objetivo de que represara el agua de los ríos Hanabanilla, Río Negro y Guanayara, y cuya construcción civil inició en 1955 y concluyó siete años después, en 1962. En 1967, nos dice el Papillo, se inauguró la hidroeléctrica, impulsada por una visita del Comandante Ernesto Che Guevara, cuando se desempeñaba aún como ministro de Industrias:
«La presa tiene una extensión de 19 km2 y ahora se encuentra al 45 % de su llenado, con un acumulado de 130,2 millones de m3, debido a la intensa sequía. En el mes de marzo y lo que va de abril estamos por debajo del 50 % del promedio histórico de lluvias. Sus dos principales funciones están relacionadas con la generación de energía eléctrica y el abasto de agua a las ciudades de Cienfuegos y Santa Clara, de ahí su vital importancia».
Una foto con ambos «ángeles» de la presa Hanabanilla puso fin a la visita. Antes de partir, el Papillo contó que con motivo de los 70 años del inicio del trabajo de su padre, recibió la llamada del director nacional de Recursos Hidráulicos, Antonio Rodríguez Rodríguez, la cual le puso muy contento.
A partir de ahí, el recorrido de la prensa villaclareña por el Plan Turquino villaclareño sería por el hermoso valle intramontano de Jibacoa, donde radica la Empresa Agroforestal de igual nombre. Historias para futuros reportajes.
Tomado de Vanguardia
No hay comentarios.:
Publicar un comentario