La práctica extendida en ese sureño territorio antes del comienzo de la plantación de la solanácea contribuye a la conservación y mejoramiento de las cualidades de los campos destinados a la obtención de capas con rango de exportación.
La Unidad Empresarial de Base (UEB) Potrero Grande, perteneciente a Acopio y Beneficio de Tabaco La Estrella, en Villa Clara, destinó 17 hectáreas a la siembra de abonos verdes —Crotalaria juncea L., así como frijol terciopelo y Canavalia—, superficie estimada en un 53,9 % de la tierra comprometida en la actual campaña para el cultivo tapado.
Esa entidad, junto a la homóloga de Güinía de Miranda, fomentará durante la campaña unas 700 ha, entre las que se incluyen las siembras tradicionales a sol en palo, ensartado de hojas y las correspondientes al tapado, tecnología última en la cual el municipio fue pionero en la región central del país durante los años finales del pasado siglo.
El campesino, con su agricultura de tipo ecológico, logra posteriormente altos niveles de producción a partir del uso de esos abonos y biofertilizantes. De acuerdo con su criterio técnico, en una hectárea con plantación de frijol terciopelo obtiene unas 60 t de abono verde, que con el 22 % de materia seca representa unas 13 t/ha de mejoradores.
La tierra, a medida que se beneficia —apuntó—, tiene una incidencia directa en el medio ambiente y la economía familiar. Los rendimientos y la calidad de las hojas de tabaco son superiores de una campaña a la otra. Tal rutina la contrastó en la pasada cosecha, cuando plantó Crotalaria, un cultivo vertical que agrega hasta un 15 % de nitrógeno al campo.
—Es una manera de contener la caída de los rendimientos agrícolas. ¿Usted también emplea la lombricultura?
—¡Sí, claro! Es una «maña» familiar. Mire, volviendo a la Crotalaria, siembra del pasado año, observé su cualidad como fijador de nitrógeno. Además de los altos volúmenes de materia orgánica que aporta, incluye las posibilidades de una tierra suelta, con más aireación y retención de agua. No hablo solo de la fertilidad que se logra con la recuperación química y biológica del suelo. Se consigue una mejor textura, principalmente en la tierra arenosa de Manicaragua. Por eso, al añadir humus de lombriz, se sacan resultados superiores.
Andanzas de campo
Hace años que no llegaba a la finca, en la cuesta de la presa El Negrito, predio de los Pérez Denis-Pérez Romero, padre-hijo. Creo que la última vez fue un lustro atrás, cuando Manuel, el progenitor, habló del cultivo de tabaco en doble hilera en áreas tapadas. Con esa tecnología lograban mayores rendimientos agrícolas al ubicar más simientes por área. Desde esa época producían, como ahora, las posturas y se evitaban la «locura» de ir de un lugar a otro para el fomento de los vegueríos.Desde entonces no hablaba con Félix Manuel Pérez Romero, el hijo de Manuel, por años entre los mejores cosecheros de tabaco tapado en Villa Clara. Aproveché para recordarle cómo en aquel tiempo observé que en los períodos de recolección de hojas no desperdiciaban la libre de pie y las mañanitas, ramas inferiores de la planta, que durante el desbotone posibilitan en la solanácea capas vigorosas y de calidad.
—De aquel tiempo era una obsesión enfrentar la erosión de los suelos. ¿Cierto?
—Efectivamente. Siempre es una práctica familiar la protección del suelo, sea con la incorporación de abonos verdes, humus y reposo adecuado y empleo sistemático de la tracción animal para evitar compactaciones.
—Noviembre está, como quien dice, al doblar de la esquina. Es la época que ustedes acostumbran comenzar la siembra. ¿Qué área tiene la finca?
—En total son 10 hectáreas, y entre 6 y 8 dedicamos a tabaco. Al tapado irán 3 y una de sol ensartado. El veguerío se fomentará entre noviembre y diciembre. En los últimos años laboramos con las variedades Criollo 98, 2010 y 2016. Excelentes para la obtención de capas destinadas a la exportación. De la finca sale todo —subraya Félix Manuel—, desde las simientes seleccionadas para el campo, hasta los abonos orgánicos. Luego los químicos, con adecuada protección fitosanitaria y fertilizantes, propician los resultados finales. La mano experimentada de los cosecheros que laboran en la finca, convertidos en familia, garantiza los «golpes» en el tiempo adecuado a un cultivo rápido y exigente en las atenciones técnicas.
Ahí están los Pérez Denis: Manuel, el progenitor, y Félix Manuel, el hijo, vegueros hasta los tuétanos. Con la conservación de los suelos y la protección del medio ambiente emplean tecnologías de cultivos que impulsan la producción tabacalera y acentúan la soberanía alimentaria desde El Tamarindo, la finca familiar.
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