Ahora, a casi 150 años de promulgada la primera Ley de leyes en Cuba, los cubanos protagonizamos uno de los retos de mayor trascendencia para la Revolución: participar en una Reforma Constitucional que refleje las transformaciones económicas, políticas y sociales ocurridas en los últimos años.
Con el triunfo de la Revolución cubana era necesaria una nueva Ley de leyes. En esas nuevas circunstancias, un grupo de trabajo designado por las organizaciones políticas y de masas del país, redactó un proyecto de Carta Magna que fue sometido a debate popular, en el que participaron más de 6 millones de ciudadanos.
El 24 de febrero de 1976 fue proclamada la Constitución que fortaleció la institucionalidad de la Revolución. En los sucesivos años hubo una reforma en 1978, y otra en 1992, que permitió hacer aquellas transformaciones necesarias a nuestra economía para enfrentar el periodo especial.
Cuando apenas comenzaba el siglo XXI, en el año 2002, en un proceso popular sin precedentes, más de ocho millones de cubanos estamparon su firma para ratificar el contenido socialista de la Constitución. La reforma dejó expresamente determinado el carácter irrevocable del socialismo en Cuba y de su sistema político y social.
Pero la historia constitucional cubana se había iniciado siglos atrás. El primer texto puesto en vigor fue la Constitución de Guáimaro, redactada en la Asamblea que tuvo lugar en abril de 1869 en ese territorio camagüeyano. A la Patria le nacía la primera República de Cuba en Armas, y se redactaba la primera Ley de leyes.
Casi una década después, en 1878, luego de los sucesos del Zanjón y la Protesta de Baraguá, fue aprobada la más pequeña de las constituciones mambisas.
La lucha fue retomada en febrero de 1895, bajo la unidad del Partido Revolucionario Cubano creado por José Martí. Ese año, se aprobó la Constitución de Jimaguayú, el 16 de septiembre, que marcó un hito en la historia constitucional cubana, especificando que “si en dos años la guerra contra la metrópoli española no estaba ganada, debía convocarse a otra Asamblea Constituyente”.
Para cumplir lo establecido en Jimaguayú, el 10 de octubre de 1897, en La Yaya, quedaba aprobada una nueva Ley de leyes.
Con la llegada del siglo XX, en un contexto signado por haber sido frustrada la victoria de los mambises sobre el colonialismo español y por la intervención estadounidense, con la Enmienda Platt que respondía a los intereses de los círculos de poder de Washington, se redactó y adoptó la Constitución de 1901.
Décadas después, en 1940, surgía una nueva Constitución, proceso en el que participaron tanto figuras de la derecha como una representación de las fuerzas revolucionarias del país.
Ahora, a casi 150 años de promulgada la primera Ley de leyes en Cuba, los cubanos protagonizamos uno de los retos de mayor trascendencia para la Revolución: participar en una Reforma Constitucional que refleje las transformaciones económicas, políticas y sociales ocurridas en los últimos años.
El nuevo texto sintetizará, como los documentos antecesores, las luchas del pueblo cubano por su independencia y soberanía. Ciertamente, la Revolución está ante una tarea gigantesca, que mueve a toda la nación.
Como expresó el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, al presentar la Comisión para la redacción del Anteproyecto de Constitución de la República, durante la Sesión Extraordinaria de la IX Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular:
Los enunciados de la nueva Constitución tendrán en cuenta los principios humanistas y de justicia social que configuran nuestro sistema político y considerar como pilares inconmovibles la irrevocabilidad del sistema socialista que soberanamente adoptó nuestro pueblo; ratificar hoy más que nunca, la unidad nacional y el papel del Partido Comunista de Cuba, como vanguardia organizada y fuerza dirigente superior de la sociedad y el Estado.
El gran desafío de la Patria hoy es lograr una norma constitucional que refleje la perdurabilidad de una nación soberana, independiente, socialista, democrática, próspera y sostenible, a la vez, más inclusiva, donde se fortalezca la institucionalidad del Estado revolucionario y prevalezca la prédica martiana de que “La ley primera de nuestra República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”.
Tomado de Radio Rebelde
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